Un entusiasmo que no debe impedirnos el meditar unos segundos a propósito del impacto medioambiental de algo aparentemente tan benigno como dar patadas a un balón. De ahí se fue extendiendo a otras ligas y organismos, que trasladaron la norma a otras disciplinas deportivas por equipo. En el caso, tomando el color morado como principal, y el blanco como secundario, a la inversa que los madrileños.