Para eludir el cerco de las autoridades, las webs van migrando sus dominios, por lo que Carlos no tuvo ningún comerciante fijo en los casi cuatro años que estuvo llevando a cabo esta práctica. «Cada cierto tiempo, entraba a pedir un encargo y veía que la última página donde había comprado estaba cerrada. No tenía mucha importancia porque rápidamente encontrabas otra, pero ya no tenías la certeza de que la calidad iba a ser igual que las anteriores».